conoce a PAMELA GIACAMAN

Crecí en una dictadura, algo bastante común en los años 80, ya que la Guerra Fría estaba en marcha y los mundos luchaban entonces contra el comunismo o el capitalismo.

Aunque era muy difícil tener mucho contacto y bienes del «primer mundo», fui a un colegio internacional, así que crecí mascando Hubba Babba en todos sus sabores, poniendo pegatinas malolientes por todos mis cuadernos y jugando con amigos de tantos países diferentes, que siempre he pensado que el mundo es bastante pequeño pero está lleno de colores, creencias, sabores, idiomas y culturas. Esta rica interacción cultural en aquellos primeros años de mi vida me hizo preguntarme ¿por qué necesito llamar hogar a un lugar si me siento como en casa en tantos sitios?

Para cuando tuve edad suficiente para viajar por mi cuenta (o con amigos), me di cuenta de que vivía en el último país del mundo, en el Finis Terrae, a punto de caer del globo, lo que hacía que cualquier viaje fuera locamente caro y largo, muy largo. Así que durante mi juventud, tuve la gran suerte de poder viajar a México, Cuba, USA, hacer muchos viajes por Chile (mi tierra natal) y muchos otros países dentro de América.

Pero… ¡esto no era suficiente!

Cuanto más viajaba, más quería ver, experimentar y aprender.

Así que cuando acabé la universidad vendí todo lo que tenía (no era mucho, pero sí cosas como mi coche) y me mudé a Berlín, Alemania. Si miras el mapa europeo verás que Berlín está más o menos justo en el centro de Europa, pero eso fue sólo una coincidencia porque me mudé a Berlín sin saber muy bien lo que hacía. Sólo quería ir a un lugar diferente y vivir una experiencia nueva, así que acabé en Berlín. Mi plan era quedarme un par de meses, ¡de eso hace ya 18 años! Es cierto que tuve que aprender un idioma nuevo y muy difícil, pero aparte del reto del idioma, mi vida simplemente se puso en su sitio.

No me hagan hablar de Berlín… Es una ciudad increíble, llena de mi historia favorita (el siglo XX), con todos sus cambios, guerras, muros y cortinas, destrucción, reconstrucciones y reunificación. Fue mi amor por Berlín lo que me llevó a convertirme en guía local y llevo más de 15 años guiando en Berlín. En 2015 me asocié con una amiga y creamos una empresa de guías privados en Berlín, que hemos gestionado con éxito desde el principio.

Pero… esto no era suficiente.

Hace unos 6 años empecé a viajar con grupos por Alemania y Austria y, poco después, me ofrecieron viajar con grupos por España. Y aunque había estado en España muchas veces, en el momento en que asumí la responsabilidad de explicar el país a extranjeros fue cuando me enamoré perdidamente de España.

España es para mí un país lleno de diferentes culturas, tradiciones y paisajes. Es un país rico en sabores (¡me encanta la comida!) y grandes vinos (como buena chilena, también me encanta el vino). Por su historia, tienen una enorme raíz árabe y un pasado católico muy estricto. Su gente… ¡me encanta su gente! Son amables y divertidos, les encanta disfrutar de la vida y aunque trabajan muy duro, saben que no hay nada más importante en la vida que su tiempo libre, el tiempo que comparten con sus familias y amigos disfrutando de una cerveza con algún bocado delicioso.

Hasta COVID-19 mi vida era una mezcla de viajes, giras, gestión, vida social y, a veces, descanso. Entonces la pandemia nos golpeó a todos, nuestro sector tuvo que pararse y llegó el momento de mirar al futuro desde mi sofá. Fue entonces cuando nació la asociación Private Guides of Europe y conocí a Dolça. Congeniamos enseguida y tras un par de meses trabajando juntas para la asociación, decidimos crear Spain Private Guides.

Así que aquí estamos, en esta nueva aventura, ¡con ganas de ofrecerte lo mejor de España!